El matadero
El matadero es un relato escrito por el argentino José Esteban Echeverría, a finales de la década de los 1830 (probablemente no antes de 1838), pero que fue publicado en 1871, cuando su autor tenía veinte años de fallecido.
Tabla de Contenido
Algunos personajes principales
Pocos personajes destacan en medio de la multitud que puebla el relato. Sin embargo, tres de ellos cobran protagonismo: El juez del matadero, hombre poco escrupuloso y completamente parcial, que representa la autoridad en ese caótico local. Un joven paseante, miembro del partido de los unitarios, que es atrapado por un grupo del matadero para atormentarlo. Y está un empleado de ese mismo matadero, un hombre rudo que se hace llamar Matasiete, violento y al que se le puede empujar rápidamente a desenfundar el cuchillo.
Género de la obra
El matadero es un relato de género localista, con elementos de denuncia social. También emplea elementos de la crónica, ya que los hechos que narra se ubican en una época contemporánea con la vida del autor, y nombra personajes verdaderos de aquella época, en especial el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, que estaba en su segundo mandato para la época del relato. Los eventos del matadero pretender establecer un paralelo con la situación que se vivía en el país.
Resumen del libro El matadero
La ambientación general describe la situación en Buenos Aires para la cuaresma de un año indeterminado de la década de los 1830 (pero debió ser entre 1835 y 1839, ya que en el 35 comenzó el gobierno de Rosas, y el autor menciona 183–). La prohibición eclesiástica de comer carne durante la Cuaresma hace que el producto escasee, y esto es agravado por una inundación debido a las copiosas lluvias invernales.
Como gracia especial, el gobierno tiene la “gentileza” de enviar cincuenta novillos jóvenes como provisión de carne. Esto es mucho menos de lo que necesita la población, pero en el matadero se disponen a desollarlos. La llegada de las reses provoca alrededor del matadero un torbellino de gente hambrienta, que pelea y compite para hacerse con alguna víscera o porción de sebo que los carniceros pudieran dejar a disposición. Echeverría enfatiza aquí la garantía de carne que tienen los altos funcionarios y el clero, en oposición al resto de la población.
El autor no deja de lado algún comentario despectivo hacia la población negra y mestiza, pero los señalamientos más directos van contra la saña que detecta en los federales hacia sus enemigos políticos, los unitarios; a los que Echeverría considera dignos y cultos.
La poblada que inunda el matadero es sin duda afín a los federales, y achaca toda la mala situación a los unitarios. Por eso cada tanto se oyen las vivas a los primeros, y gritos de “Mueran” contra los segundos. El último novillo de los cincuenta es especialmente impetuoso, y logra escapar del encierro. En su escape, se produce un movimiento brusco que culmina con la decapitación de un niño. Pero poco le importa eso a aquella gente. El animal es perseguido, atrapado, y llevado de nuevo al corral, donde es ultimado por Matasiete.
Celebran el descuartizamiento del animal, cuando notan que va paseando un joven a caballo, al que identifican como unitario. La multitud ve su odio reanimado, y azuzan a Matasiete para que lo agreda. Esto ocurre, y el joven unitario es derribado de su montura y llevado a la fuerza a la comisaría. Allí se defiende de modo agresivo, pero sus captores lo mantienen bien sujeto. Deciden darle azotes, para lo cual van a desnudarlo, y esto aumenta los impulsos violentos del joven para liberarse.
Durante el forcejeo, el muchacho sufre una violenta hemorragia y muere. Los torturadores se asombran y sólo mencionan entre ellos que su intención sólo era divertirse un poco. Parece evidente la intención de Echeverría de establecer un paralelismo entre la escena del unitario con la escena del novillo escapado.